Novatos

El viejo caballero ve cómo los jóvenes intentan enfrentar al dragón y cometen error tras error…


Un chico con acné golpea tímidamente al dragón con una espada, pero al impactar con la dura piel, el arma rebota y sale volando. 
«Mala técnica» dice el hombre canoso en voz baja. 

Otro joven se tropieza y resbala. 
«¡No puede ser!» 
El abuelo cierra los ojos y mueve la cabeza negando. 
  
«A esa armadura le falta ventilación». 
El joven huye corriendo entre una nube de humo y vapor. 
El viejo se cubre la cara con la mano. 

Pasa otro chamaco y saca trabajosamente una larga hoja de acero que brilla con el sol. 
«¡Excelente espada!» y después añade, al ver el resultado, «¡Lástima de niño!» 

Uno demasiado nervioso 
chorrea por el pantalón. 
«El miedo… hay que controlar el miedo». 

Llega 
otro
Ve al muchacho con ojo crítico. 
«Mucho entusiasmo y poco tino». 


Se aproxima uno distinto, con un pequeño puñal. 
«Mala elección de arma». 
Y suspira. 

Aquel chiquillo intenta atrapar la cola del dragón. 
«¡Cayó en esa vieja triquiñuela!» 
Y el hombretón se cubre la boca, aguantando la risa. 

Un adolescente intenta pescar desprevenido al dragón. 
No lo logra.
El 
sorprendido es él, quien recibe un golpe imprevisto de la cola de la bestia. 


Todos voltean a ver a ese otro que llega pavoneándose. 
Se nota a leguas de que el padre le compró todo. 
La armadura brillante y reluciente, completamente nueva, sin usar. Que sólo sirve para causar una gran impresión. 
El dragón ni lo mira, tan sólo resopla un poco y el temblor del propio chamaco provoca que las piezas metálicas vayan cayendo una a una al suelo. 



Luego pasa uno nuevo y lo intenta… Y otro… Y otro más… 
«¡Novatos!», murmura. 
«Algún día acumularán la experiencia y si tienen suerte, sabrán qué hacer con ella». Dice atusándose la barba. 


Finalmente el anciano se levanta lentamente y con un par de movimientos precisos acaba con el dragón ante la mirada asombrada de los jóvenes. 
Después, el viejo caballero sube poco a poco las escaleras de la alta torre, llega ante la Bella Durmiente, descansa un momento, recupera el aliento, la mira pensativo, admirándola y entonces la besa. 
Ella no despierta. 
Él sonríe afligido. 
Sí. El beso. ¡El verdadero beso de amor! Eso es lo único que en todos estos años no ha podido dominar. 
Y ya le queda poco tiempo para poder vivir feliz para siempre… 


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