Me preguntaba por qué comenzaron a ocurrir esas extrañas cosas desde tu muerte. Por qué encontraba abierto algún cajón. Por qué los objetos tirados al paso en las escaleras. Por qué la sensación fría en pleno verano bajo los rayos de sol. Hasta que apareció aquel mensaje en el vaho del espejo después de bañarme: «Prometiste que seríamos felices para siempre».
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