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La adivina se asombra al ver la palma de esa mano tan llena de arrugas que en ella se entrelazan los destinos de todas las personas, incluyendo el suyo. 
La cliente anciana le sonríe y le hace un guiño. Entonces la vidente comprende que es su momento de acompañarla ya que ahí, en la palma de La Muerte, leyó el final de su propio destino.


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