Cuento de SantaClaus: Santa Clós de Rancho

SANTA CLOS DE RANCHO 
por Héctor Ugalde (UCH)
Todo comenzó con una idea mía. ¡Bueno! Yo sé que ahora todos en el pueblo dicen que fue idea suya, pero lo recuerdo perfectamente, y sí, fue idea mía. Aunque mi idea no fué exactamente esa. Es decir que mi idea no tenía nada que ver con lo que sucedió, pero si tuvo que ver… ¡Bueno! ¡Mejor les platico desde el principio!
Todo comenzó hace diez años. Mi esposo ya estaba harto de disfrazarse de Santa Clos cada Navidad y ningún otro vecino quería ya el encargo. Entonces se me ocurrió la idea:
– ¿Por qué no buscamos a alguien de fuera?

– ¿De fuera?
– ¡Sí! Si nadie del pueblo quiere disfrazarse de Santa Clos, ¿Por qué no le pedimos a alguien de las rancherías de los alrededores que se disfrace?
– ¿A quién por ejemplo?
– Bueno, creo que el compadre Chon no haría un mal Santa Clos.
Ya saben, el compadre Chon con esa panzota que tiene no quedaría del todo mal. ¡Yo ya me lo imaginaba disfrazado de un Santa Clos que ni mandado a hacer!
Así que me fuí al rancho de mi compadre a exponerle el asunto.
Me encontré al compadre Chon con la comadre Clotilde en su casa, y después de los saludos y preguntas por la salud y todo lo demás, y no queriendo ser maleducada (por lo de la panzota del compadre), y para no comprometerlo, les dije en forma vaga:
– Nos gustaría que alguien de aquí del rancho se disfrace de Santa Clos.

– ¿Santa Clos? ¿Quién es Santa Clos?
– ¡No me digan que no han oído hablar de Santa Clos!
– Pos no comadrita. ¡Qué no ve que no tenemos televisión!
Allí debí de haber sospechado algo, y debí de haber sido más clara, ¡pero no!, para mi suerte no lo fui. Podría decirles que fue a propósito, pero no, fue puritita suerte.
– Bueno, ¿Cómo les diré? Cada Navidad, para celebrar el nacimiento de nuestro Señor Jesucristo, alguien se viste de Santa Clos y les trae sus regalos a los niños que se portaron bien, y regaña a los niños que se portaron mal.

– ¡Ahhh! Si es por el nacimiento de Diosito, no se preocupe comadrita, que semos buenos cristianos y bautizados. Contestó la comadre.
– ¿Y cómo está eso del traje y de los regalos? Preguntó el compadre.
– El disfraz aquí lo traigo y se los dejo. Por los regalos no se preocupen. Santa Clos tiene que estar el 24 a las 5 de la tarde en la placita frente a la iglesia, allí donde se pone el mercado. Sabinita, la del Perpétuo Socorro lleva los regalos. Y Josefina la lista de los niños que se portaron bien y de los que se portaron mal. Yo le iré leyendo los nombres de los niños, y diciendo cómo se portaron. ¡Ya sé que usted no sabe leer! ¿Ya ve cómo pensé en todo?
¡Pues no! ¡No había pensado en todo! No sé que pasó, porque ni siquiera mi intuición femenina, ¡que me ha sacado de muchas que para qué les cuento!, me dijo que sucediera nada malo. ¡Sería la emoción de tener un nuevo Santa Clos!
¡Claro que no sabía que tan «nuevo»!
Y llegó el día, ese 24 tenía muchas cosas que hacer: mi vestido, la cena, el maquillaje, y ya saben: ¡para variar se me hizo tarde!
Estaba yo pintándome las uñas, cuando llegó Lupita Ordoñez toda apurada.

– ¡Hortencia! ¡Hortencia! Me dijo.
– ¿Pero qué pasa mujer?
– ¡Corre! ¡Ven!
– ¡Pero todavía no termino de arreglarme!
– ¡No importa! ¡Tienes que venir!
Ante tanta insistencia no tuve más remedio que salir corriendo tras ella rumbo a la plaza frente a la iglesia.
Cuando llegamos, me quedé sin aliento. ¡y no por la carrera que nos echamos!

– ¡Mira! ¡Mira! ¡Mira a tu Santa Clos!
Sí. ¡Lo estaba mirando!
Frente a mi estaba un Santa Clos diferente: un Santa Clos lampiño sin barba, ni bigote. ¡Un Santa Clos sonriente con la cara de Clotilde!
– ¡Pero comadre! ¿Por qué se disfrazó usted?

– ¡Es que yo quería ser la Santa Clos esa y entregar hartos regalos!
– ¿Y el compadre Chon?
– ¡Se quedó a cuidar a los escuincles!
– ¿Y la barba y el bigote?

– ¡Ahhh! ¿Eran barbas y bigotes? ¡Yo creíba que eran parte del relleno!
¡Ya no había tiempo de cambiarla! Los niños ya estaban formados pidiendo sus regalos. ¡Y ya saben cómo son los niños cuando quieren algo! Así que entregamos los regalos de Navidad tal como estaba «casi» planeado. Y no resultó tan mal después de todo.
Y así es como en nuestro pueblo, en Navidad llega una Santa: Santa Clotilde, o sea: ¡Santa Clos!
FIN
Santa Clos de Rancho
o
Santa. Primer Cuento CinematoGráfico Mexicano a Colores.



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