Categoría: imaginación
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Cena literaria
Y para cenar tenemos cordero. ¿Quiere que se lo dibuje?
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Lavado de pecados
Mientras se baña con jabón y agua caliente, en un acto de contrición lava el pecado, además va recreando en su imaginación y en todo su cuerpo los hechos voluptuosos cometidos con su vecina hasta explotar en una cálida comunión celestial. Para entonces reiniciar el ritual con otro ciclo de lavado de pecados.
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El valor de las palabras mínimas
Lee el libro que explica porque una imagen vale más que mil palabras. Pero es un libro enorme que tiene más que mil palabras ¡y ninguna imagen! Mejor lee un microcuento que en unas pocas palabras le recrean un gran número de imágenes.
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Pareidolia
Veía un «Vivieron felices para siempre» en todas las historias que leía.
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Gran danés en adopción
Nadie lo quiere adoptar. Especialmente cuando comienza a imaginar cosas y a recitar eso de «Ser o no ser».
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poco a poco…
Se miran y hacen el amor. Se tocan y hacen el amor. Se imaginan y hacen el amor. De tanto imaginarse ahora ya no saben quién de los dos es realidad y quién es pura imaginación.
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¿No ves nubes?
Allá arriba en el cielo ve conejos, unicornios, castillos, corazones, barcos, dragones, naves espaciales, dinosaurios y otras maravillas. Lo verdaderamente extraordinario es que nunca ve nubes.
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Eterna penitencia
Mientras se baña siente culpa, así que aprovecha para purificarse limpiando la falta con agua y jabón en un acto de contrición. Entonces va recreando en su imaginación (y en todo su cuerpo) los hechos voluptuosos cometidos con su vecina hasta finalmente explotar en un cálido éxtasis religioso. Para entonces reiniciar el ritual en otro…
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Todo está en su cabeza
Todo está en su cabeza. La pistola, el disparo, el dolor, la muerte. Todo está en su cabeza. La pistola, el disparo, la sonrisa, la huida, el policía, la cárcel, el juicio, la silla eléctrica. Todo está en su cabeza. La pistola, el disparo, la trama, la novela, el rechazo de los editores, la pistola,…
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Perfección absoluta
La máquina del tiempo le da extraordinarias posibilidades. Se imagina el cuerpo de Marilyn Monroe con el cerebro de Albert Einstein. Todo es relativo, pero eso sería la perfección absoluta piensa estremeciéndose el Doctor Frankenstein.