Frente al pastel de cumpleaños el anciano dice en voz alta para que lo escuchen sus familiares y amigos «Deseo ser niño por un día» y sopla apagando las velas.
Al día siguiente se levanta rápidamente, grita, corre, juega, brinca charcos, se moja, se empapa, ríe a carcajadas, baila, hace gestos, saca la lengua, gira, trepa, salta, trepa, rueda, da de marometas y hace miles de diabluras y ocurrencias.
Al final del día se acuesta con una enorme sonrisa pensando «¡Mañana repito la decisión de ser niño!».
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