– Te amo. Le dice él.
– Pero, ¿me amas con el cerebro o con el corazón? Pregunta ella.
– Te amo con los ojos, con la boca, con las manos, con el ombligo, con las rodillas, con…
Ella sonríe, menea la cabeza y suspira. Sabe que va a tardar en llegar el amor a todas las partes de aquella gentil y tierna criatura que creó el Doctor Frankenstein.
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