El actor, de pronto, se percata de toda esa gente sentada observándolo.
Se inquieta; se pregunta quiénes son y que hacen allí.
Escucha el susurro apurado de la actriz que le repite insistentemente las líneas de su diálogo.
El actor sonríe. No. No se le ha olvidado su parlamento. Lo que no recordó por un momento es que el mundo real está ahí arriba en el escenario y que allá afuera no hay nada.
Deja una respuesta