No se puede ser exahustivo con el infinito, dije, y en ese momento apareció. Era igual a como lo describían los que antes que yo, lo habían conocido. Se rió y frotándose la barbilla pensativo. ¿Quieres apostar? Y así fue como, ahora inmortal, me involucré en este eterno vaivén de emociones, toda la gama de experiencias, alegría, miedo, tristeza, felicidad, apatía… en la espera inútil de ganar la apuesta… o perderla…
No se puede ser exahustivo con el infinito
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