El rey tuvo un mal presentimiento. En ese momento el enroque explotó en mil pedazos.
Las piezas enemigas entraban sin importar los sacrificios con tal de llegar al rey.
Al final la única pieza enemiga que quedó atacando, fue un alfil, insuficiente para dar mate.
El alfil se rió nerviosamente e inició la retirada.
«Disculpe usted su majestad. Otro día regreso a visitarlo».
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